Recuerda Brumalba,
a través de los cuerpos
creamos lo bello,
lo bueno,
la inmortalidad,
invocamos un océano universal
del amor
desde los primeros acantilados del mundo.
Manando deseo por cada poro
fuimos seguro instinto.
Abandonados al error de la costumbre,
de la fidelidad olvidada,
empezamos a desenterrar
vientos lejanos,
heraldos negros, criaturas de la luna,
extraña tribu de fantasmas
que nos devoró.
Tarde ya, recuerda Brumalba,
descubrimos que debemos enmudecer
cuando tenemos el don
de penetrar en el alegre laberinto de la dicha.
Sebastián MORATALLA
viernes, 26 de diciembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario