sábado, 13 de diciembre de 2008

LA NOVELA DE LA ESCRITURA

Es una de las más inabordables manifestaciones de la narrativa hispanoamericana contemporánea que, durante las décadas de los años sesenta y setenta, llevó al límite la concepción de la obra narrativa como experiencia autorreferencial, dando lugar a ficciones volcadas hacia el propio acto de escribir, a relatos que no pedían ser pensados en un plano diferente al de su propia fabricación y puesta en marcha.

Esta narrativa, que buscó sus temas y problemas en el proceso mismo de la creación y que asumió desde sus relatos la conciencia ficcional de la obra y su inequívoca naturaleza verbal, se desarrolló con intensidad durante las décadas de los años sesenta y setenta de nuestro siglo.

La novela de la escritura hace su aparición en el panorama narrativo hispanoamericano como consecuencia del convencimiento generalizado del pensamiento moderno que reniega de la capacidad para la representación del lenguaje verbal; pero que, sin embargo, hace de él el objeto permanente de reflexión, asumiéndolo inevitablemente como único instrumento mediador entre el hombre y su mundo.

La aportación de Wittgenstein al conocimiento de los límites y mecanismos formales de la expresión lingüística apuntaba ya incluso la existencia de niveles más profundos y opacos que la mera formulación lógica de las palabras. La literatura emprenderá la tarea de hacer hablar al lenguaje de sí mismo en un intento esforzado por sacar a la superficie de sus textos la verdadera esencia, siempre silenciosa y esquiva a la revelación de sus estructuras profundas, pues en ellas podrían fundamentarse las de la mente humana.

El psicoanálisis, por su parte, y más concretamente la noción de «inconsciente colectivo» formulada por Carl J. Jung, vendría a reafirmar los primigenios y aún perdurables discursos míticos americanos y a proclamar la esencia de su literatura como «rito verbal capaz de manifestar y celebrar los mitos escondidos que resbalan a lo largo de la historia de lo escrito por los hombres».

La narrativa de la escritura, entonces, pretende un conocimiento absoluto del mundo. Para ello, el lenguaje abandona su vieja función representativa y emprende la difícil tarea de encarnar con sus palabras a las mismas cosas, convirtiéndose así en una «literatura que sueña con desaparecer» y donde, más que la obra, importa su ejecución.

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