miércoles, 21 de enero de 2009

MENSAJE CIFRADO

—Vengo, Maestro, porque me siento poca cosa, no tengo fuerzas para emprender nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y necio. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
—Lo siento, muchacho, no puedo ayudarte ahora, debo resolver un asunto. Quizás después... —pero agregó:— Si me ayudas tú a mí, lo resolveré y podré ayudarte antes.
-Sí, Maestro —consintió el joven, aunque percibió que era menospreciado y postergado.
El Maestro se quitó un anillo que llevaba en el dedo meñique de la mano izquierda y se lo entregó al muchacho:
—Toma el caballo de ahí afuera y ve al mercado. Vende este anillo. Obtén por él lo más que puedas, pero no aceptes menos de una moneda de oro, pues he de pagar una deuda urgente.
El joven llevó el anillo al mercado y lo ofreció a decenas de mercaderes, uno tras otro; pero estos desestimaban la mercancía al saber las pretensiones del joven. Sólo un amable viejecito le explicó que una moneda de oro era demasiado valiosa para cambiarla por el anillo, y le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre. Pero el joven, siguiendo las instrucciones del Maestro, rechazó la oferta.
Abatido por su fracaso, el joven monto su caballo y regresó pensando que ojalá tuviera él mismo una moneda de oro que entregar al Maestro a cambio del anillo, con tal de liberarlo de su preocupación..
—Lo siento, Maestro, no es posible conseguir lo que me pidió —le explicó al llegar—. Quizás sí dos o tres monedas de plata, pero no veo posible engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
—¡Que lúcido, joven amigo! —contestó sonriente el maestro— Averigüemos primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para valorarlo? Dile que quiero vender el anillo y pregúntale cuanto me da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven fue al joyero, quien examinó el anillo con su lupa, lo pesó y dijo:
—Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
—¿58 monedas?
—Sí. Con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
—Siéntate —dijo el maestro tras escucharlo—. Tú eres como este anillo: una joya valiosa y única. Y como tal, sólo puede valorarte un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y el Maestro volvió a entrarse el anillo en el meñique de su mano izquierda.

ANÓNIMO CHINO

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