lunes, 19 de enero de 2009

EL SABER

Adonis veía claramente aunque tenía cerrados los ojos. Se veía a sí
mismo dentro de sí mismo.
Clara y conscientemente recordaba o leía, como quien sueña y está
consciente de que está soñando. Se veía a sí mismo pero no era él
mismo. Es imposible describir aquel estado con palabras. El único
símil que se puede presentar, es como ver el reflejo de uno mismo y
de las cosas en un gran espejo.
Todo estaba presente ante él aunque las cosas estaban lejanas. ¿Veía
todo el conjunto en él o era él todo el conjunto?
No eran las cosas en sí lo que veía, sino las causas de las cosas. Lo
adivinaba o lo intuía.
El sentía que era la Luz en la Luz, y la Luz en el sexo y el sexo era
El Todo que contiene todo.
Comprendió que todas las religiones tienen el mismo origen y el
origen de todo lo que existe está en la Luz y el fuego, y la Luz y el
fuego están en el sexo.
Que Dios el creador, manifiesta por los órganos creadores, el fuego
sagrado y la luz que crearon el Cosmos y todas las cosas visibles e
invisibles.
Que esta luz es la inmortalización del alma. Que este misterio es la
llave de la Iniciación Interna, y la de la puerta del cielo.
Que es la panacea de la salud, de la dicha y de la sanidad. Que el
hombre y la mujer forman la divinidad una, binaria y triuna.
Que para ver a Dios y hablar con El, deben ser unidos por El y en El.
Que cuando se unen El y Ella por el pensamiento y la sensación se
forma la creación.
Que el verdadero Dios reside en la luz del Fuego Sagrado y que la
adoración a Dios debe ser en este Fuego.
Que todas las religiones no pudiendo conservar la Luz del Fuego,
acudieron a simbolizarlo por medio de miles de símbolos e invenciones
mentales.
Que la verdadera religión no está en lo que el hombre puede ver y
oír, sino en lo que pueden sentir sus sentidos. Y aquél que quiere
llegar a Dios debe buscar el camino de la sensación y no el de la
oración.
Que el único ser que puede dar la sensación al hombre, es la mujer. Y
a la mujer el hombre.
Que el hombre al adorar a Dios intuitivamente adora a la mujer, y la
mujer al hombre. El hombre adora a la mujer para producir la
sensación y la mujer adora al hombre para producir el pensamiento.
Que el sexo es la fuerza sensitiva que genera al mundo, al hombre y a
la acción, para después por el pensamiento, regenerar al mundo, al
hombre, inmortalizando su alma.

Jorge Enrique ADOUM, en Adonay

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