lunes, 21 de diciembre de 2009

NOTICIA DE PAULO LEMINSKI

Paulo Leminski, signo de Virgem, 24 de agosto de 44. Nascido em Curitiba. Minha família, do lado de papai, é de origem polonesa e do de minha mãe, brasileira, com a composição original tipo Gilberto Freyre. Português, negro e índio. De maneira que eu sou, digamos assim, um mestiço curitibano.(1)

A esta “composición original tipo Gilberto Freyre” corresponde una composición literaria, una “pororoca”(2):

Chamei de “pororoca”, num artigo, ao encontro entre a poesia concreta paulista e a tropicália baiana. Para mim, esse encontro é o mais importante acontecimento da cultura brasileira, dos últimos dez anos. A poesia concreta é cartesiana.(3) A tropicália é brasileira. O atrito entre essas duas realidades revelou-se riquíssimo. O encontro do mar com o rio, Amazonas versus Atlântico.(4)

La poesía de Paulo Leminski está vinculada, de principio a fin, a Oriente. Pero también figura la influencia de dos vertientes brasileñas fundamentales: la poesía concreta y el tropicalismo (además de aquella desviación carioca del tropicalismo que es el movimiento llamado Marginália).

Si el aporte de los concretos, según Leminski, fue la materialidad del lenguaje -incluyendo ahí la atención rigurosa en la construcción del poema como objeto verbal o verbivocovisual-, y el del tropicalismo y la Marginália su desacralización de los cánones en boga (el concreto y el cabralino), la reconsideración de algunos aspectos del “22” como la coloquialización de la lengua y la subjetivización de la voz (5), podemos decir -según señala Rodolfo Mata- que es Leminski, sin duda a partir de este encuentro triple, el que “verdaderamente socializa las aportaciones de las vanguardias formalistas hablando de lo común [...]; que habla de los avatares de la creación sin llegar a lo libresco, a la cita per se, al alarde de la erudición. Porque Leminski es primordialmente antisolemne pero no anti-intelectual. Hace convivir una poética cerebral, de reflexión metalingüística, con una expresión del sentimiento”.(6) Están ahí señaladas algunas observaciones sobre su poesía: la adopción del poema-objeto o materialidad del lenguaje, y la paradoja y la ironía como herencia oswaldiana cultivada en la brevedad oriental:

O mundo não quer que eu me distraia,

distraído estou salvo


Este fragmento de Catatau adelanta una posición política y una vía poética. Distracción como desvío de una marea uniformadora de la experiencia humana (7) (y poética). Y distracción también, paradójicamente, como plenitud de una atención de desapego (en tono absolutamente oriental), que a veces se manifiesta lúdicamente:

pessoas deviam poder evaporar

quando quisessem

não deixar por ai

lembranças pedaços carcaças

gotas de sangue caveiras esqueletos

e esses apertos no coração

que não me deixam dormir (8)

Aunque en su obra hay haikús propiamente dichos (la serie “Mallarmé-Bashô” sería un ejemplo), éstos rara vez se ajustan a la estructura clásica 5-7-5; comparten con ellos, sin embargo, la característica -no siempre puntual- de la ausencia del verbo conjugado en primera persona, aspecto que permite el efecto no de una anulación del yo, sino el de su integración al ritmo absoluto. Su obra está marcada por el vacío o vaciado que anota el presente e impregna su escritura del carácter frágil e imperdurable de ese presente. Un vacío mental aparece como espontaneidad del discurso poético. El haikú es así una manifestación de desprendimiento zen. Su escritura es igual a la caída -sin ostento, como exige la zen- de las flores de jacaranda (alguien objetará que sería mejor decir la caída de los cerezos, pero yo únicamente he visto jacarandas). Un yugo, una yoga. Sin embargo, cada una de las tres formulaciones que intervienen en la poesía de Leminski, son asimiladas y no solamente recibidas de manera epigonal (en parte, quizá, por las “fricciones” entre dos de ellas, la concreta y la Marginália, pero también por el propio carácter malándrico del poeta). Leminski, el “kamiquase” o “malandro-zen”, en Brasil, es un nombre emblemático por su actuar diario y por su negación absoluta y audaz a escribir “simplemente sentado sobre lo que otros ya hicieron” (la cita es de Valquiria Wey), es decir, la idea poundiana de hacedor o fabbro, de continuador de la tradición basado en la apuesta y no de “un presente enamorado de su cola” (Milán), vía Haroldo de Campos.

Qué produce y cómo lo produce

En los poemas de Leminski es importante el devenir en el que se inscribe el lenguaje, en el que el autor inscribe al lenguaje. Un autor, sin embargo, que al recibir la influencia oriental se desprende de la autoridad sobre la composición para convertirse en “vehículo” -así se definía Scelsi- del estado de percepción que producirá los efectos poéticos:

quando chove

eu chovo,

faz sol,

eu faço

de noite,

anoiteço,

tem deus,

eu rezo,

não tem,

esqueço,

chove de novo,

de novo, chovo,

assobio me vejo,

lá vou eu,

gesto no movimento (9)

La autoridad o la conciencia sobre el proceso poético ceden al estado de desligamiento u olvido. Se trata además, en Leminski, de un estado que atrae la revelación de un ejercicio de velocidad, como apunta Milán, que todo poeta debe practicar: el quite de la conciencia de ese encuentro suspensivo entre la conciencia y el entusiasmo, ese punto, antes de que vuelva la mente, según Valéry. Si por un lado los poemas de Leminski atienden la materialidad del lenguaje (el poema-objeto mallarmeano), ésta se involucra una vez más en su desmaterialización final. La escritura es asumida como manifestación o concreción material en la página, como registro o gesto, pero gesto en el movimiento, movimiento que contraría todo deseo de asir, de posición o permanencia. No hay deseo de vínculo como no lo hay en el budismo. En estos poemas, nada más lejos de un deseo de asentarse. En todo caso, reclama la participación lectora para reactivar el devenir de su proceder discursivo como estación vital. Proceder de kamiquase, de casi kamikaze. Poema como rasguño, guiño, señal o evidencia, como quería Michaux. “Más gesto y menos pensamiento”, reclama el pintor norteamericano Brice Marden, pues el 'gesto' piensa de inmediato en su movilidad, y el 'pensamiento' busca, en cambio, su demora, su pertinencia (tan en boga entre alumnos y profesores de Letras) y aun su posible asentamiento. De ahí, quizá, la preferencia por el otoño de varios artistas influidos por Oriente: en el otoño caen -se desprenden- las hojas de los árboles rumbo al despojamiento total del invierno. Kamikaze, entonces, no sólo por su contraste con la marea unificadora de la experiencia humana, sino por la manera de encarar su proceder, como quería Valéry, desde la nuca, la nuca que es “un misterio para los sentidos”. No es momento de meditar o contemplar, es el momento del desborde, del desprendimiento de ese objeto de rigor llamado poema. Leminski no es el ser pasivo que espera el poema, según palabras de João Cabral, sino aquella evolución lírica que, sin avisar(se), procede.

1. LEMINSKI, Paulo, “Diálogo”, Curitiba, Universidade Federal do Paraná, 1994, p. 9.

2. De acuerdo con el Diccionario Aurelio, una pororoca es un “macaréu de alguns metros de altura, grande efeito destruidor e forte estrondo, que ocorre próximo à foz do Amazonas e de alguns rios do MA”.

3. Adjetivación que utiliza Leminski a lo largo de la entrevista de donde proviene la cita, para destacar la perspectiva rigurosamente racional y esquemática del personaje Cartésio -que no es otro si no René Descartes en una ficticia pero históricamente posible visita a Brasil- de su novela Catatau, cuando éste intenta “enquadrar aquela realidade emergente [...] entre capivaras, antas, araras, pacas, tatus, jibóias e tucanos, à sombra de árvores monstruosas”.

4. LEMINSKI, Paulo, Envie meu dicionário, Brasil, Editora 34, 1999, 206-207.

5. Esto está mencionado por Adolfo Montejo en la introducción a su antología Correspondencia celeste. Nueva poesía brasileña (1960-2000), Madrid, Árdora, 2001, pp. 13-14.

6. MATA, Rodolfo, “Preliminar”. En: Aviso a los náufragos, México, Eldorado Ediciones, 2007, p. 8.

7 Leminski era un poeta de contracultura. Mediados de los setenta: alcohol, drogas, sexo, rock, meditación zen, como él diría, conformaban su atmósfera creativa, abrevando en la cultura beatnik, en franco contraste con el american way of life en boga. Por lo menos curioso: antiimperialista yanqui, por un lado, y gusto por tópicos del imperialismo oriental, por el otro, más o menos -en esto último- a la manera de Mishima, a quien por cierto tradujo. Hoy sus mejores poemas son precisamente aquellos que, desde lo que podríamos llamar una feliz pororoca de la espontaneidad y el rigor, toman un impulso desacralizante y vertiginoso.

8 LEMINSKI, Paulo, O ex-estranho, Curitiba, Fundação Cultural de Curitiba / Iluminuras Ltda, 1996, p. 30.

9 LEMINSKI, Paulo, La vie en close, Brasil, Editora brasiliense, 1994, 5ª edición, p. 67.

Iván LÓPEZ, en revistava.com

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