sábado, 12 de diciembre de 2009

EL HOLANDÉS ERRANTE

ARGUMENTO

“El holandés errante” se desarrolla en tres actos en la costa de Noruega en tiempos no precisados.

Acto primero

Al mando de Daland, su capitán, un barco noruego llega, tras una violenta tempestad, a las abruptas costas de Noruega, cerca de su puerto de arribo original. Dejando a un timonel a cargo de la nave, Daland y los marineros bajan a tierra en busca de descanso. El timonel trata de permanecer despierto, pero finalmente el sueño lo vence.

Se acerca ahora un barco fantasma, con velas de color rojo sangre y mástiles negros. Se coloca al costado del otro barco, causando la inquietud del timonel noruego.

El capitán del barco fantasma, que no es otro que el legendario "Holandés errante", salta a tierra y narra la terrible maldición que pesa sobre él. En una ocasión, rodeando el Cabo de Buena Esperanza, durante una terrible tormenta, invocó la ayuda del Diablo para salir de ella, y en consecuencia, su destino es navegar incesantemente hasta el Día del Juicio, a menos que encuentre el amor duradero de una mujer fiel hasta la muerte. Por ello, cada siete años, como ahora está sucediendo, puede volver a tierra y buscar la mujer que le redima.

Daland vuelve a su barco y despierta al timonel, quien le muestra el barco fantasma, donde domina un silencio espectral. Daland se junta con el Holandés, quien le cuenta su tormento, le pide su amistad y que le acoja en su casa, que está muy cerca de allí, ofreciéndole a cambio unas magníficas joyas.

El Holandés se informa que Daland tiene una hija y le solicita su permiso para hacerla su esposa a lo cual el padre da su consentimiento. Daland se muestra contento ante la perspectiva de grandes riquezas y el Holandés ante la posibilidad de encontrar por fin la paz de su alma.

Entre tanto, la tormenta ha amainado y el timonel anuncia un favorable viento del sur. Daland y sus marineros levan anclas y ponen rumbo a su puerto de destino, mientras que el Holandés promete seguirlos tan pronto como su tripulación haya descansado. Los noruegos cantan jubilosamente, mientras su nave se pone en movimiento.

Acto segundo

En la casa de Daland, su hija Senta, la nodriza Maria y unas amigas trabajan con sus ruecas. Solamente Senta no está hilando, pues su preocupación se centra en un cuadro en la pared que representa al Holandés errante. Maria la regaña por su ociosidad, y las amigas bromean por su interés en el Holandés, ya que ella tiene como pretendiente a Erik, un joven cazador.

Senta pide a Maria que le cuente el relato del Holandés, a lo que la anciana se niega. Senta canta entonces una balada sobre la maldición y la esperanza de redención.

Finalmente a Senta le asalta la idea de que ella podría ser la mujer que salvara al Holandés. Esto espanta a los presentes, incluido Erik, que acaba de entrar y ha escuchado la balada de Senta.

Erik anuncia que el barco de Daland está entrando a puerto. Salen las mujeres y Senta queda a solas con Eric, quien le pide que le prometa fidelidad, pero ésta rehuye responder y sólo manifiesta su deseo de salir en busca de su padre.

Senta habla a Erik de su compasión por el Holandés. Se siente profundamente preocupada y cuenta el sueño que ha tenido, en el cual vio a su padre que llegaba con el Holandés, y vio también cómo ella y el marino errante se abrazaban y se marchaban juntos. Termina diciendo que está segura de que su destino le lleva a salvar al Holandés, lo que provoca la desesperación de Erik.

Sola en escena, Senta canta delicadamente el estribillo de su balada. Se abre entonces la puerta y llega su padre, acompañado del Holandés.
Los ojos de Senta se clavan en los del marinero. Daland se siente desconcertado al ver que su hija no corre a abrazarlo, como solía hacerlo.

Después, hace un elogio del huésped, pidiendo a Senta que lo reciba con afecto y que consienta en ser su esposa.

El Holandés y Senta siguen mirándose fijamente y embelesados, en un silencio expresivo. Daland, perplejo, se marcha, dejando solos a Senta y al Holandés.

Éstos, como fuera del mundo, apenas pueden creerse que sus sueños van a poder cumplirse y aparece en ellos un mutuo amor.

Cuando Daland regresa muestra su satisfacción al ver que su hija ha aceptado al Holandés como futuro esposo y que podrá anunciar el compromiso en una fiesta.

Acto tercero

En la bahía aparecen los dos navíos. El del Holandés, envuelto en una quietud espectral y el de Daland lleno de luces, bajo las cuales los marineros cantan y bailan con entusiasmo.

Las jóvenes noruegas llegan con alimentos y bebidas. Piensan hacer también partícipes de ello a los marineros del silencioso barco holandés, pero no obtienen respuesta alguna a sus llamadas, que repiten una y otra vez, cada vez más alto.

Finalmente, se sienten llenas de miedo, especialmente cuando los marinos noruegos sugieren jocosamente que este barco recuerda el del legendario Holandés errante.

Cuando los marineros noruegos han comido y bebido se acercan al barco holandés. De él aparece de repente una siniestra llamarada azul; la espectral tripulación vuelve a la vida, entonando un salvaje coro, mientras los vientos silban y el mar se encrespa alrededor del navío. Los marineros noruegos, confusos y asustados, reanudan sus cantos. Finalmente, pensando que aquello pueda ser cosa del diablo, hacen la señal de la cruz y se alejan, ante las carcajadas espectrales de la tripulación del barco fantasma.

La calma renace en el momento preciso en que Senta sale de su casa, seguida por Erik, muy agitado, reprochándole su conducta y pidiéndole que recuerde la promesa de eterno amor le hizo y que ella recuerda con terror.

Se acerca ahora el Holandés, en quien Erik reconoce al hombre de los sueños de Senta, cuyo rostro era el mismo del cuadro colgado en la pared. El holandés escucha la conversación entre el cazador y la muchacha y cree que Senta no es sincera con él, e inmediatamente determina hacerse de nuevo a la mar.

Cuando el Holandés la recrimina por su supuesta deslealtad, ella le pide que se quede, mientras Erik ruega a Senta que deje que el Holandés se marche.

Antes de partir, el Holandés comienza a decir a Senta quién es él; ella le responde que ya lo sabía y que intenta salvarle de la terrible maldición. Ante Daland, los marineros noruegos y las muchachas, que han salido rápidamente, proclama su identidad como el Holandés errante.

Entretanto, su tripulación se prepara para zarpar. Se sube al barco e inicia su salida. Senta entonces, se sube a un acantilado, llama al Holandés y después se arroja al mar.

En ese instante, el barco fantasma es tragado por un tremendo remolino. En la luz del atardecer, los espíritus de Senta y del Holandés errante surgen de los restos del barco naufragado y suben a lo alto.

Resumen del libreto de la ópera de Richard Wagner, en: beethovenfm.cl

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