jueves, 17 de febrero de 2011

LAS DROGAS Y LA CREATIVIDAD

El uso de sustancias psicoactivas, drogas, no es algo nuevo en la historia de la humanidad, lo que sí es un hecho relativamente reciente, sobre todo a partir del S.XVIII, es que creadores y artistas las utilicen para encontrar la inspiración o recurrir a la ayuda de las musas, esto no quiere decir que todos los artistas las empleen o las hayan usado, existen otros métodos para abrir el grifo creador. Además hay que señalar que se producen picos de mayor o menor consumo dependiendo de la cultura y de la época histórica que estemos tratando. Pero ¿dónde esta el origen de esta práctica?; ¿qué se intenta alcanzar o descubrir con el consumo de determinadas sustancias?. La relación de la estética y lo sagrado tiene mucho que decir al respecto, ambas buscan alcanzar lo sublime, lo que está más allá del límite, entre lo divino y lo humano, lo que se encuentra fuera de las leyes lógicas, los sueños, las visiones, las profecías, la metáfora en estado puro que se niega a ponerse la camisa de fuerza del concepto, en resumidas cuentas lo IRRACIONAL.
Antonio Escohotado en su obra: Historia General de las Drogas, nos dice que:

“Acostumbrados al vino y al café, no se nos ocurre confundirlos bajo la rúbrica de «narcóticos». Pero hay tanta o más diferencia entre peyote y opio, o entre cáñamo y coca, que entre vino y café. Aunque a muchos les repugne admitirlo, ciertos psicofármacos son incomparablemente más idóneos para inducir en su usuario un viaje místico que otros, y por eso mismo llevan tiempo inmemorial usándose con tales fines en varios continentes.”

Efectivamente, el uso de las drogas por el hombre no es algo nuevo, se ha utilizado a lo largo de la historia para alterar tanto estados de conciencia como corporales. La principal génesis del uso de las drogas tenemos que verlo, en casi todas las culturas, en el campo de lo sagrado y lo mágico, la cuenca amazónica, las Antillas, América Central, Oceanía, África, el soma védico (posiblemente cannabis o setas alucinógenas) en la tradición hindú, el Rig Veda, escrito mil años antes que Cristo, recoge el siguiente texto de la experiencia del consumo del soma: “hemos bebido soma, nos hemos hecho inmortales, llegado a la luz, hemos hallado a los dioses” y también “en la embriaguez del éxtasis nos encaramamos sobre el carruaje de los vientos”; en la Grecia arcaica destaca el cáñamo como vehículo de éxtasis entre escitas, caucásicos e iranios; Nietzsche en su obra el Origen de la tragedia nos cuenta: “Por el influjo de la bebida embriagadora, de la que hablan todos los hombres y todos los pueblos primitivos en sus himnos[…] se despiertan aquellas emociones dionisíacas mediante cuya elevación lo subjetivo desaparece en el completo olvido de sí […]. Bajo la magia de lo dionisíaco no sólo vuelve a cerrarse la unión entre los humanos; también la naturaleza sojuzgada celebra la fiesta de reconciliación con su hijo preferido: el hombre”.
Sin duda el acceso a estados de éxtasis y de experiencias místicas no sólo se logran por medio de drogas, sino por medios ascéticos (ayunos, silencio, soledad, gimnasia, mortificaciones,…), que sin duda pueden producir cambios en el metabolismo cerebral semejantes a la ingesta de sustancias psicoactivas.
Con todo ello lo que logran las drogas es establecer comunicación con lo trascendente (no necesariamente ninguna divinidad), con lo que está por encima de las categorías terrenales, con las categorías lógicas.
Hemos visto como todas las religiones de una u otra manera utilizan este tipo de sustancias, pero ¿cómo se introduce en el terreno del arte, de la creación estética?; para responder a esta pregunta tenemos que ver como en la historia del pensamiento se comienza a tener conciencia del límite, sobre todo durante los siglos XVI y XVII con el surgimiento del racionalismo en figuras como Descartes o Spinoza, con ellos la razón va a comenzar a tomar autonomía, que se consolidará más tarde con el proyecto ilustrado, cuyo adalid será Kant y su bandera será el texto: ¿Qué es la Ilustración?, con una invitación a despertar al hombre de la minoría de edad: ¡Sapere Aude!, pero con este “¡Atrévete a Pensar!”ya tenemos la trampa perfecta para poder tomar conciencia sobre el límite sobre lo irracional, Kant nos ofrece la perfecta autonomía de la razón, pero a la vez nos está abriendo la puerta hacia todo aquello que se escapa (como supo ver Hegel y el idealismo), lo nouménico, lo incognoscible racionalmente, lo irracional, y ahí esta el problema ¿cómo acceder a ese lugar?, ¿cómo comunicarlo, sino racionalmente con un discurso lógico, tal vez mediante la poesía o la música?. Lo irracional se nos presenta como atractivo, puede ser otro modo de saber al margen de la canónica razón y precisamente por escapar a las reglas de la razón puede abrir nuevos terrenos hasta ahora vedados. El pensamiento romántico supone una rebelión contra el despotismo de la razón ilustrada, había una necesidad de abrirse a dimensiones de la realidad de difícil acceso a la razón, señalando siempre el límite, a lo que estaba más allá, para ello utilizaron las armas de la poesía, el arte, el mito, los sueños, la vida individual, emblemática es la obra de Goethe “las desventuras del joven Werher” (1779), que fue una referencia para el movimiento romántico, exalta los sentimientos hasta el punto de justificar el suicidio por un amor no correspondido y establece un tono y un estado de ánimo que imitarán los autores románticos tanto en sus obras como en sus vidas: frenesí, melancolía, hastío del mundo y autodestrucción. En el romanticismo predomina la imaginación sobre la razón, la emoción sobre la lógica y la intuición sobre la ciencia.
A finales del XIX y principios del XX, se vuelven a abrir nuevas brechas y nuevos planteamientos, a producirse renovados flujos con lo irracional, esto lo vemos claramente con el inconsciente de Freud, con él lo ilógico y lo irracional parece que nos mueve y nos influye más que las categorías conscientes, y todo el abanico de inspiración que supone el terreno de lo onírico para la creación artística. También Schopenhauer y Nietzsche son responsables en la irrupción de lo irracional como categoría a tener en cuenta. Pero sin duda y esto coincide con el mayor consumo de drogas en todos los ámbitos, no sólo en el artístico, es el fracaso del Proyecto Ilustrado, que ha traído a la humanidad la barbarie, ya en el siglo XX, de las dos guerras mundiales y de infinidad de conflictos armados locales como la guerra de Vietnam.
Después de este somero recorrido podemos ver como la racionalidad hace aguas por todos lados y existe una inquietud artística enorme por expresar y por descubrir lo que está más allá de los límites de la razón (que tan malos resultados ha dado); como hemos visto muchos de ellos consumen drogas (cocaína, anfetaminas, alcohol, heroína, cannabis, alucinógenos como LSD o peyote, entre otras), grupos clásicos como Grateful Dead, The Doors, Pink Floyd, Jim Morrison, entre otros; la literatura podemos citar a Edgar Allan Poe, Timothy Leary (defensor del LSD), Huxley también experimentó con drogas alucinógenas, la llamada generación Beat, entre ellos Kerouac o Burroughs, también Henri Michaux, aficionado a la mescalina, fruto de su experiencia realizó varios textos. Es una manera de acceder a lo trascendente, como lo hacen y lo hacían los grandes sacerdotes, los grandes chamanes para comunicarse con el más allá, con lo que está fuera de los límites de lo real. Pero como también hemos dicho no es necesario el uso de estas sustancias para acceder a esos contenidos, existen otros métodos como la meditación y la contemplación, por ejemplo, que nos puede permitir acceder a otros estados de conciencia sin recurrir al uso de las drogas, éstas no sólo pueden producir una fuerte adicción que acaba prostituyendo los objetivos perseguidos en un principio por el artista, sino también la pérdida de control sobre tu cuerpo y tu voluntad, transformando a la persona en una especie de zombie, o en el peor de los casos desembocar en una muerte prematura que nos priva de grandes artistas que podrían haber tenido una obra mayor y más completa.
Pero el problema sigue siendo el mismo que ya Gorgias señaló con sus tres famosas premisas, que podríamos, realizándole una pequeña traición, extrapolarlas a ese ámbito de lo irracional:
1.Nada es.
2.Si algo fuera, no sería cognoscible.
3.Si fuera cognoscible, no sería comunicable.

R. DOMÍNGUEZ, en el blog de El ojo crítico de RNE, 11 Febrero 2011, 13:57

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