El otro cuento oriental, también exótico, es el cuento japonés. Algunos piensan que los japoneses han triunfado en los mercados internacionales sólo por méritos propios, debido a la filosofía zen, que también es exótica, como la filosofía china. Es otro cuento oriental, sólo que en este caso, en lugar de un cuento chino se trata de un cuento japonés.
Japón es con diferencia el país del mundo en el que resulta más difícil colocar un producto extranjero. Ese y no otro es el secreto del superávit de su balanza comercial.
Para que un fabricante extranjero pueda introducir sus productos en Japón debe superar antes a todo un ejército de funcionarios diligentes que comprueban, chequean, verifican y vuelven a comprobar una y otra vez. En teoría es un mercado abierto, con aranceles similares a los que pueden entorpecer la entrada de productos en otros mercados. Pero en la práctica resulta imposible. Se necesitan agentes locales, se necesita elaborar una ingente cantidad de documentación en japonés, hay que superar una serie interminable de filtros burocráticos, especificaciones y reglamentos interminables. Todos estos trámites hay que realizarlos cumplimentando documentación en japonés. Y todo esto hace que sea prohibitivo introducir un artículo allí, salvo que ellos estén especialmente interesados. El coste de toda la parafernalia que rodea la actividad aduanera y de importación hace que el producto extranjero en Japón no pueda ser jamás competitivo y en el caso de que finalmente se consiga los contenedores con las mercancías pueden estar meses esperando en el puerto antes de conseguir los permisos aduaneros para enviarlas a distribución. Los japoneses llevan viviendo de este cuento desde hace cincuenta años, más o menos.
Es otra trampa oriental. Y los turistas occidentales también vuelven de allí alabando las bonanzas de la filosofía zen, la belleza de los bonsais y el absoluto respeto a los ancianos, que tienen más poder que en cualquier otro lugar del mundo. No se dan cuenta de que es incompatible tener una tasa adecuada de progreso y la capacidad acelerada de cambio y adaptación que corresponde a una sociedad moderna si lo que más se respeta es la opinión de los más viejos, que prevalece siempre frente a las opiniones de los más jóvenes. Es otro absurdo, otro contrasentido. Y resulta un misterio que la gente no lo sepa ver.
Japón ha tenido éxito comercial sólo porque a los Estados Unidos les ha hecho falta mantener bases militares en Okinawa, Guam y otras islas para contrarrestar la influencia comunista china y soviética en una zona geoestratégica que consideran fundamental. No hay otra razón tras el éxito japonés. Los USA enviaron verdaderos ejércitos de técnicos que permanecieron allí durante años para poner al día la estructura económica de una sociedad que estaba encerrada en sí misma desde hacía siglos. Y lo hicieron sólo por defender de manera adecuada los intereses americanos. Todas las técnicas “japonesas” de control de calidad, los sistemas de aseguramiento de calidad, los círculos de calidad, las herramientas six sigma, el método kanban, la gestión just in time, etc… son técnicas desarrolladas por americanos. Ellos han sido buenos alumnos, nada más.
Todos los sistemas de control de calidad modernos tienen su origen en los análisis y desarrollos estadísticos del grupo de Montecarlo. Un coronel del ejército de tierra norteamericano, llamado Montecarlo, organizó un grupo de científicos y matemáticos que desarrolló las especificaciones americanas de la familia MIL – STD (military standards) En los USA, a diferencia de aquí, el ejército aprovecha las capacidades de sus científicos, y se considera un honor haber servido en el ejército. Las especificaciones MIL - STD, desarrolladas al término de la Segunda Guerra Mundial, permiten al ejército americano estar permanentemente en disposición de proveerse de multitud de suministradores repartidos estratégicamente por todo el territorio USA, con la garantía de que cuando van a ensamblar el Jeep, el tanque Abrams o cualquier otra pieza de armamento que necesiten en caso de entrada en guerra, todas las piezas encajan perfectamente y con tolerancias que en cualquier otro país se consideraban en aquellos tiempos imposibles de conseguir. Después llegaron Demmings y otros para completar el desarrollo, y antes de practicar en Japón, estas herramientas se instauraron en la Ford y otras compañías americanas, cuyos manuales de calidad se han estudiado durante años en todo el mundo. Finalmente llevaron estos sistemas a las empresas japonesas a las que habían sido destinados como asesores. Pero el interés principal había sido era conseguir una metodología para que los medios y el material a disposición del ejército USA fueran imbatibles. Y lo consiguieron, por supuesto . Los USA son capaces de transformar su tejido industrial en una economía de guerra diseñada para suministrar a su ejército a plena capacidad en cuestión de días. Esa es su verdadera arma secreta.
El secreto de la calidad japonesa es la calidad de los suministros al ejército USA, que nadie busque argumentos en la paciencia japonesa, en el hecho de comer con palillos o en la filosofía zen, porque no es así. Como casi todo lo que es vanguardia en el mundo actual, este sistema ha sido desarrollado por el imperio dominante, que son los USA, con el fin de mantener su dominio militar en el mundo. Es absurdo creerse que todo esto haya podido ser desarrollado por una sociedad que en los años cuarenta estaba en estado prácticamente feudal, lo que pasa es que lo oriental vende muy bien.
miércoles, 18 de marzo de 2009
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