sábado, 27 de febrero de 2010

NEUTR(E)ALIDAD ALTERNATIVA


paralleluniverse, imagen de PugnoM

En el universo alternativo 1729, los editores de mapas cobran a los pueblos y a las ciudades por aparecer en sus productos. Marbella y Madrid aparecen con el mismo tamaño, y entre medias no hay nada en absoluto, con la excepción de un punto tres veces más gordo que los dos anteriores a la altura del Aeropuerto-Casino de Don Quijote. En realidad por allí sólo hay una pequeña torre de control cerca de Caracuel. Bueno, cerca es un decir, porque hace años que nadie encuentra ese pueblo ni por casualidad. Dicen que en la próxima edición del mapa de España el punto gordo de Bilbao cubrirá por completo la península y un trozo de Francia. A cada cual lo suyo.

En el universo alternativo 3301, las calles de todas partes están llenas de esbirros que controlan a qué tiendas entra la gente en función de lo que pagan sus dueños. El joyero paga, así que a la joyería se puede pasar; la juguetería de al lado tiene tablones clavados tapando el escaparate y dos gorilas en la puerta disuadiendo a empujones al personal. Cualquier parecido con la Camorra napolitana es pura coincidencia: ¡ni siquiera estamos en el mismo universo!

En el universo alternativo 6C1, tres empresas en régimen de oligopolio controlan el derecho a transmitir sonido a través del aire. La gente paga una cuota mensual por hablar y otra por oir; la oferta de este mes de Hablafónica es una tarifa plana muy económica para escuchar a políticos. Su paquete familiar permite oir lo que dicen mamá y papá, pero no lo contrata casi nadie (¡yo sí, mamá, lo prometo!). Tampoco es muy normal ver a gente con auriculares: escuchar canciones sale más caro por el canon del Ministerio de Cantautores.

Algún día todos daremos por supuesto el ancho de banda es como la voz en el aire, como los escaparates de las tiendas o como la posición de las cosas en el mundo. Pero nos va a costar.

Iván RIVERA

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