lunes, 20 de diciembre de 2010

LIBERTAD EN PELIGRO


Anonymous valenciano, en lucha contra la ley SINDE, "somos legión"

LA FACTORÍA DEL SUPERHOMBRE

1 (8 de mayo de 2008)

El mundo llamado occidental asiste aterrado, tanto más cuanto más ignorante, a las admoniciones de los grupos de verdes y ecologistas. Estos, disfrazados de progresismo trasgresor, constituyen, sin lugar a dudas, algunos de los colectivos más conservadores del planeta; y entre sus quimeras se halla la de obligar a los gobiernos al cierre de todas las centrales nucleares. La realidad es que, entre los contaminantes atmosféricos, hay ingentes cantidades de residuos de isótopos radiactivos; también emponzoñan lagos, tierras y plantas y, a través de todos estos, animales y humanos, cuyos organismos los absorben. Proceden de las emanaciones naturales de radón, de las erupciones volcánicas, del refinado de las menas de minerales uranio y torio, de las fugas de centrales nucleares y de los vertidos industriales y del uso médico de radioisótopos. Su mayor peligro proviene de su persistencia como contaminantes, que es de miles de años, a veces. Radón, iodo, cesio, estroncio y plutonio son sustancias radiactivas emitidas a la atmósfera como gases o partículas en suspensión que, aún en pequeñas concentraciones, pueden tener graves resultas para la
salud.

La cantidad de contaminante radiactivo en la biosfera comenzó a aumentar significativamente a partir de las pruebas nucleares previas a Hiroshima y Nagasaki, en las propias explosiones que ocasionaron las masacres y en los cientos de pruebas nucleares de los años cincuenta y sesenta. A partir de entonces, los ensayos fueron subterráneos, pero ello no impidió la filtración de residuos a la atmósfera y a los cauces subterráneos de aguas. Tras la definitiva prohibición de ensayos nucleares, el uso industrial de la radiactividad tomó rápidamente el relevo como principal agente contaminante artificial: Three Mile Island y Chernobil han sido los paradigmas de ese fenómeno, pero los accidentes con escapes de contaminantes desde las centrales nucleares a la biosfera se cuentan por millares. De todos modos, no sólo las centrales nucleares contaminan radiactivamente la atmósfera: una térmica de 1.000 MW que consuma al día 10.000 toneladas de carbón —que contiene uranio— emite diariamente una radiación equivale a dos toneladas de uranio-238. Tan evidente es el fenómeno de estos últimos 70 años, que se acepta un incremento en la radiactividad total del planeta del orden de un 15% respecto a la natural, incluida la cósmica; la realidad, sin maquillaje oficial, puede llegar a ser el triple. Y eso, sin contar con que se trata de cifras promedio que pueden llegar a concentraciones locales decenas de veces superiores.

La radiación natural ha sido siempre la responsable, entre otras muchos fenómenos, de la evolución de animales y plantas a través del mecanismo aleatorio de trastrocamiento del ADN de estos. Luego, la selección natural se ha encargado del resto, haciendo perecer a los organismos más débiles a manos de los más fuertes. La desinformada humanidad conoce de la radiactividad únicamente sus efectos negativos sobre la vida, que son de dos tipos: la mutación celular que alcanza a los genes que no tiene descendencia, que se manifiestan en forma de cáncer, leucemia y otras degenerativas mutaciones celulares; y los que sí la tienen, y que se revelan en malformaciones de los fetos. No es tan fácil conocer los efectos positivos, pero los hay. Tiene que haberlos. Lo que sucede es que nadie acude al médico o al psicólogo para contarle que todo le funciona más allá de la perfección, que tiene una existencia calmada y extraordinariamente feliz o porque es un genial científico con un cociente intelectual de 180.

En una serie de artículos que arrancan hoy, descubriremos esos efectos objetivamente positivos que convierten a la humanidad tecnológica, siempre auxiliada por la Madre Naturaleza, en una suicida factoría para la producción de monstruos, incluyendo entre ellos al Súper-Hombre.



2 (25 de agosto de 2008)

Los mutantes humanos están entre nosotros desde hace muchísimo tiempo: las radiaciones cósmicas, responsables de toda la evolución de las especies, han intervenido en la aparición de la inteligencia humana: personajes como Newton o Einstein son aceptados universalmente como excepcionales, casuales, no genéticamente posibles. La prueba de lo insólito de su existencia es que ninguno de sus descendientes ha alcanzado su altura intelectual, su inteligencia y su genio, lo que constituye una de las características de toda mutación no heredada.

Esos personajes han sido posibles, como decimos, como consecuencia de las radiaciones de alta energía que permanentemente bombardean la Tierra. Pero en los últimos años, desde la aparición de la tecnología de las telecomunicaciones por microondas, pero, sobre todo, desde la invención e implementación de
la energía nuclear, tanto para la producción de energía (con toda su amplia memoria de escapes radiactivos en accidentes nucleares) como para la construcción de armamento (con la consecuencia de cientos de pruebas nucleares terrestres, marítimas y subterráneas, aparte de Hiroshima y Nagasaki) han infestado la biosfera de radiaciones de ondas altamente energéticas, cuya consecuencia ha sido la mutación de millones de seres vivos, plantas, animales y humanos. Los dos primeros, hacia la posible creación de nuevas especies o variedades insólitas de las ya existentes; los últimos, hacia la degeneración en cánceres y deformaciones congénitas; pero también hacia la súper conciencia.

El número actual de genios rebasa en miles de veces los habidos a lo largo de la Historia del mundo. Explicado de una forma simplicísima, el espectro de las radiaciones electromagnéticas se presenta así: a un lado, digamos a la izquierda, las ondas de baja frecuencia, la frecuencia audible, las ondas hertzianas, las microondas, el infrarrojo; en el centro, la franja del espectro de la luz visible; a la derecha, una banda infinita: el ultravioleta, los rayos X, los rayos gamma, los rayos cósmicos y lo inédito. Del mismo modo, existe un espectro de inteligencia del hombre: a la izquierda, el subconsciente; en el centro, la estrecha franja de la conciencia; a la derecha, la franja infinita de la súper conciencia. Son mis propias investigaciones las que me llevan a la conclusión de que existe una correlación directa entre las radiaciones ambientales y su tipología, y la inteligencia humana.

Entendida así, la súper inteligencia no es más que otra forma de degeneración de la raza humana. Gracias a este tremendo bagaje de genio, las ciencias progresan con una rapidez infinitamente superior a la de la que evolucionan las ideas políticas y aún muchísimo mayor que la de las ideas morales. Pero como la generación actual de genios no es absorbida por el mundo científico en su integridad, las inteligencias cuyas capacidades que no se canalizan por la vía de la investigación y la ciencia han de expresar su enorme potencia de algún otro modo. Algunos, es bien seguro, se malogran en campos de la actividad humana altamente nocivos para el futuro de la Humanidad, y compiten con los humanos vulgares en la consecución del poder político, económico o militar. Algunos de esos genios llegarán a poner en serio peligro el equilibrio humano, económico y ecológico mundial. Ya lo han hecho otras veces a lo largo de la Historia de la Humanidad: sírvannos ejemplos como los de Alejandro Magno, Napoleón o Hitler. Muchos otros están siendo ya, y serán aún más en el futuro, los creadores de nuevas formas de imperialismo social, de esclavitud y de muerte.

Si la Humanidad quiere salvarse, debe poder detectar a esos espíritus excepcionales desde su infancia y reconducir el poder de su inteligencia hacia las profesiones que puedan resultar socialmente útiles. La política, la milicia y la religión son campos que les deben estar absolutamente vedados; incluso sería altamente oportuno procurar que tampoco aterrizaran sobre el mundo de las finanzas y de la economía global. Todos estos campos, y la raza humana que de ellos depende, están mucho más seguros en manos de los mediocres, los corrompidos y los delincuentes habituales.


3 EL SÚPER HOMBRE Y EL UNIVERSO (14 de marzo de 2009)

Si hay algo positivamente indudable entre las leyes que controlan el comportamiento del Universo es la exactitud del Segundo Principio de la Termodinámica, que se expresa, entre otras muchas maneras, así: “En un sistema cerrado, ningún proceso puede ocurrir sin que de él resulte un incremento de la entropía total del sistema”. La entropía, cociente entre la cantidad de calor transferido y la temperatura a la que se ha realizado esa transmisión, siempre aumenta, y su medida establece el nivel de desorden de un sistema. El Universo, como sistema cerrado, desde su “origen” hasta su “final”, sigue la ineluctable pauta de un aumento progresivo del desorden y el caos. Por eso vemos vasos que caen de mesas y se hacen mil pedazos, pero nunca miles de pedazos de cristal que ascienden a mesas y se recomponen en un vaso incólume. Pero eso no tiene por qué ser, en principio, necesariamente malo.

Quizá el “ser” más elemental sea el virus, a caballo
entre lo vivo y lo inorgánico. Capaz de ser una sal en el medio ambiente y de activarse dentro de un ser vivo, donde es capaz de transmitir su ADN a las células de éste y reproducirse. Podemos imaginar, como en cualquier fábula, una conversación entre dos virus, orgullosos de la plantación reproductiva que acaban de originar, sin saber que esa plantación está sobre el hígado de un animal que morirá al poco por su causa, arrasando con el la vida de sus descendientes-virus. Pero a los virus de nuestra fábula, como a cualquier otra clase de vida, eso no les importa, porque su quimera es sobrevivir a toda costa y reproducirse, les traiga las consecuencias que les traiga a ellos mismos o al Universo entero.

Una de las ideas más fuertemente establecidas entre los seres humanos es la que pretende que la vida sigue un cierto camino de perfección, porque eso es lo que parece indicar la evolución descubierta por Darwin. No resulta raro, pues, que el hombre sea considerado un perfeccionamiento del mono, y éste de otros mamíferos; y que se espere la aparición, más o menos lejana, del súper hombre del que ya hemos hablado en otros artículos, como consecuencia de la radiactividad. No resulta raro que las religiones hayan inventado a los dioses, seres mucho más perfectos que los humanos; y que el perfecto o heroico comportamiento de ciertos hombres les lleve a convertirse en semi-dioses. ¡O que, por lo menos, haya un Dios que nos espere a todos los humanos (quizá sólo a los creyentes) en alguna especie de Cielo! Parece algo hasta lógico y coherente con la idea de la "bondad intrínseca" de la vida. De ahí vienen las guerras santas o las penitencias y las meditaciones, que se supone sirven para acelerar todo perfeccionamiento. La duda lógica es que ¿cómo va Dios, un ser infinitamente perfecto, a interesarse por una caterva de energúmenos como nosotros? ¿Acaso nos interesamos nosotros por la suerte de las hormigas de un hormiguero? Este razonamiento, sin embargo, no altera el hecho de que la religión sea el mayor negocio humano y el que mayor poder otorga. No es nada raro.

Lo que sí nos parece muy raro es que los científicos, buena parte de ellos agnósticos y aun ateos, piensen de la misma manera: que, desde el propio humanismo, la vida sea vista como un modo de perfección y que del humano del futuro sean esperados grandes logros, morales y materiales, a base de perfeccionamientos sucesivos; que sea deseado y esperado incluso que el ser humano acabe, por fin, por poblar y dominar el Universo. Lo raro es que a ninguno de esos científicos se le haya ocurrido jamás que la excelencia sea un universo en el que las partículas estén infinitamente separadas unas de otras, sin interaccionar entre sí, a –273ºC, cero absoluto, temperatura a la que las vibraciones de las partículas alrededor de sus posiciones de equilibrio se detienen. Dicho de otra manera: que un proceso evolutivo del Universo, tan largo y tan preciso en sus leyes y parámetros de contorno, sea el único y verdadero camino de perfección. Lo raro es que hayan pensado siempre los hombres de ciencia que es el inmenso Universo el que está equivocado en su evolución, siguiendo fiel al Segundo Principio de la Termodinámica, en vez de nosotros, que nos oponemos al mismo con todas nuestras fuerzas. Y creemos que es así porque el hombre sabe que, en esas condiciones de perfección del Universo, frío e infinito, el tiempo no existe. Y el tiempo es la condición indispensable de la vida, su razón de ser. De hecho, la verdad es que sólo la vida percibe el paso del tiempo. De ahí el rechazo de los humanos, científicos o no, a todo concepto de perfección que ningún ser vivo (e inteligente) pueda contemplar.

El Universo, dejadme decíroslo, no es perfecto del todo, porque tiene un a modo de enfermedad que es la gravedad. Si no fuera por ella, la perfección, tras el Big Bang que se supone que originó el Universo, se hubiera alcanzado mucho antes. Pero las partículas de hidrógeno y helio, desde su misma formación, pesan y gravitan en forma de nubes sobre su centro de gravedad, alrededor del cual se concentran mientras giran hasta que, debido a la compresión derivada de la gravedad, estallan en el interior de las tremendas bolas concentradas las reacciones de fusión y aquellas nubes se convierten en estas estrellas. Esa extraña capacidad evolutiva dará lugar a la principal secuela de la enfermedad gravitatoria del Universo, ésta mucho más leve, como veremos luego, que se llama radiactividad. Porque dentro de los núcleos de las estrellas se forman los elementos necesarios para la vida: el carbono, el oxígeno, el hierro y otros minerales, incluso tan pesados como el uranio o el torio. Una parte de las estrellas de primera generación, las más grandes, estallan en forma de súper novas y forman, tras concentrarse en nuevas nubes de partículas bajo la acción gravitatoria, soles con planetas, formados estos últimos por los elementos más pesados. Los planetas, incandescentes al principio, acaban por enfriarse superficialmente y dan lugar, en un brevísimo lapso de tiempo de su existencia total, a las condiciones idóneas para la aparición de la vida.

La vida, siempre en ese sentido, contradice, aparentemente, el Segundo Principio de la Termodinámica. Hasta el ser más elemental, una bacteria, obtiene energía de su entorno y consigue orden en sí misma, disminuye su entropía, a pesar de que, si se hace un balance energético y entrópico, el Segundo Principio no es vulnerado: la bacteria crea más desorden que orden consigue para sí. ¡Cómo se parece, pues, la bacteria al ser humano! El humano, en efecto, en todos sus actos: nacer, comer, reproducirse o morir, destruye más que construye. Y lo más curiosos es que la aseveración es cierta hasta en sus macro actuaciones políticas -en el mundo Occidental se vive bien a costa del desorden de los países que producen las materias primas, en donde el crimen de estado es común y los genocidios están a la orden del día- o económicas -se talan bosques donde perecen especies únicas para cultivar cereales para generar bio-diésel-. Pero sírvanos de consuelo el pensar que toda vida, incluidos la de bosques tropicales o la de negros de África, es insignificante, igual que la nuestra. Una parte de la misma enfermedad transitoria que tan sólo desacelera el camino de perfección que recorre el Universo.

La vida, según nuestro razonamiento, es una imperfección natural transitoria de ciertos lugares, escasísimos, del Universo provocada por la que señalamos más arriba como secuela de la enfermedad gravitatoria del Universo: la radiactividad. Una imperfección tal que ha provocado seres pensantes que se plantean asuntos y preguntas sobre la perfección del propio Universo, y ven nacer al súper hombre, mientras vulneran en su entorno más cercano, a costa de lo que sea, de cualesquiera sacrificios, incluidos los humanos, el Segundo Principio de la Termodinámica.

MIGUEL UÑA DE QUINTANA

domingo, 19 de diciembre de 2010

TODO ES MENTIRA


Thomas BARBÉY

SEMANA SANTA (Jesús no existió)

5 de abril de 2009

Como cada año, se comemora por todos los cristianos la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, que es el gran misterio del cristianismo. Y se hace de manera muy sentida por millones de mis compatriotas, los españoles de toda ideología política, aunque en general sean considerados los de derechas los más religiosos.

Antes de expresar mi opinión al respecto, dejaré
claro que lo más probable, dados mis apellidos (un toponímico y un oficio), es que descienda de algunos judíos sefardíes conversos (o marranos), aunque no guardo historia familiar de ello. ¿Y yo qué sé? ¿Y qué más da? Pero tengo tendencia a la verdad y no me gusta jugar con la ventaja de pertenecer a una élite cuya impunidad ante el delito financiero está garantizada y que tiene tendencia a considerarse por encima del bien y del mal, o sea, de la Ley.

Lo diré desde el principio: soy un ateo-católico. Explicaré mis creencias, porque no se trata de las arcaicas basadas en el Antiguo Testamento. Mi código es el Nuevo Testamento reinterpretado o, mejor, bien interpretado. Sé, tras muchas y variopintas lecturas, que el Nuevo Testamento es relativamente moderno: del siglo II después de Cristo. Y que es sintético: Jesucristo es un personaje ficticio, no histórico. Si lo fuera, habría sido mencionado por los historiadores romanos, por San Pablo en sus múltiples epístolas (no habla ni una palabra de Jesús ni de su vida humana, sino de Cristo, Hijo de Dios) y por los apologistas(1). Y no es así, porque el cristianismo es, durante sus primeros 150 años de existencia, una religión helénica, la del Logos como Hijo de Dios que permite la Creación. Es decir: la creencia de que Dios es demasiado grande, omnipotente e importante como para preocuparse un ápice por los seres humanos, y que creó el Mundo merced a su Hijo, que jamás, jamás, fue humano.

Sólo posteriormente se incorporaron a la religión cristiana elementos de otras mucho más antiguas, y se escribió sobre Jesús, nacido de virgen pre-anunciada por un ángel; de los Tres Reyes que, siguiendo a la Estrella de Belén, llegaron para adorarle en su nacimiento; que predicó sagazmente e hizo milagros; que murió crucificado y resucitó al tercer día; que ascendió al Cielo, del que bajó el Espíritu Santo para iluminar a los apóstoles, que eran doce precisamente. Todo ello es tributario de otras creencias, incluidas las astronómicas y zodiacales(2). Todas esas adiciones indican que Jesucristo se identifica, en realidad, con el Dios Sol.

Pero eso no es óbice para que la religión cristiana no resulte la más moderna de entre las existentes. Cristo, extraño Dios, Hijo de Dios, supera al sanguinario Yahvéh de los judíos y extiende su protección al resto de los humanos, elevándolos al rango de tales desde el de bestias explotables y sacrificables en las que los situaron los judíos, autoproclamados como Pueblo Elegido.

La Biblia es una historieta cuajada de violencia, sexo y sangre, bajo la férula del Dios más inhumano que pueda inventarse. El Antiguo Testamento es un texto cargado de rencor y de totalitarismo. El Cristo helénico, sin embargo, aún gravado por la invención de Jesús de Nazareth, para mejor adaptarse al Mesías de la Biblia —por causa de cuya muerte en la Cruz hace tan odiosos a los judíos ante los cristianos, muy a pesar de que el propio Jesús es un judío—, ese Cristo, digo, es un personaje fraternal e integrador que pugna por la igualdad de todos los hombres ante Dios.

La religión es una necesidad para muchos hombres y mujeres, si no durante toda su vida, sí en algún momento de la misma, aunque sólo sea en los prolegómenos de la muerte. Si tal es una necesidad humana, sea por posible y útil. Pero entonces tómese una religión constructiva, en vez de monstruosidades fundamentalistas que emplean cualquier medio para su implantación universal y que no contemplan a todos los humanos como seres iguales.

Para conocer las monstruosidades de que son capaces los fundamentalistas de todas las religiones debe el lector dirigirse a lo que critican de los unos y los otros sus enemigos y competidores en el campo de la religión, porque se han empleado a fondo en esa tarea y lo han hecho de un modo lo más científico posible. Así, asumiremos como cierto que el fundamentalismo islámico promueve el terrorismo internacional (según los cristianos y los judíos) como Guerra Santa para su expansión; que el Holocausto es una falsificación histórica, que la Masonería es un invento judío para aprovecharse de los tontos útiles gentiles en su propio beneficio, y que el 11-S y el 11-M fueron actos de servicios secretos impulsados por el Mossad para culpabilizar a los musulmanes, permitir la intervención de EEUU y dominar impunemente Oriente Medio (según los cristianos y los musulmanes); y que Jesús no existió aunque, en su nombre, actuó la Santa Inquisición en toda Europa, quemando brujas, judíos o mahometanos; así como que el Vaticano protege pederastas, y que no ha dudado en asesinar a un Papa, o en apoyarse en la Mafia para impulsar sus redes financieras (según judíos y masones, y musulmanes). Todo ello, por denunciarlo los científicos, investigadores y religiosos de otras confesiones, debo considerarlo como la más que probable verdad, a tenor de sus abundantes, doctos y documentadísimos textos.

Ante todo ello me quedo con lo menos dañino, que es el cristianismo y, especialmente, en su versión mejor organizada, el Catolicismo. Si la sociedad española ha de tolerar alguna religión, prefiero para mis compatriotas la que, a pesar de ser la más cruel con su Dios, resulta más benévola con los seres humanos del siglo XXI, la practiquen o no.

Hoy, Domingo de Ramos, os deseo una fervorosa Semana Santa a todos vosotros, creyentes cristianos.

MIGUEL UÑA DE QUINTANA


(1) Justino, Teófilo de Antioquía, Atenágoras de Atenas, Tatiano, Pablo y Minucio Félix. El único apologista que menciona a Jesús es Tertuliano, muy posterior, sobre el 200 DC, con los fundamentos religiosos cristianos ya establecidos.

(2) El primer tercio del vídeo es tan brillante, que ahorrará a cualquier interesado cientos de horas de lectura.

lunes, 6 de diciembre de 2010

UN CONTROLADOR AÉREO QUE YA DIJO LA VERDAD

Tengo formación académica como físico, en inteligencia artificial e ingeniería del conocimiento, y como economista. Soy liberal, comentarista de opinión en Libertad Digital y miembro del Instituto Juan de Mariana. Y soy controlador aéreo en Aena desde hace once años, de lo cual no estoy precisamente orgulloso. He estado destinado en las torres de control de Tenerife Sur y en Madrid Barajas (donde fui instructor y supervisor) y ahora estoy en proceso de instrucción en el centro de control de ruta de Madrid Torrejón. Además he estado en comisiones de servicio en las torres de Almería, Ibiza y Málaga. Aclaro que este artículo lo escribo a título estrictamente personal.

Mis sueldos de los últimos años han estado ligeramente por encima de la media dada a conocer por el ministro Blanco (aquellos más de 330.000 euros brutos anuales). Además mi nómina era de las relativamente bajas en la torre de control de Barajas, ya que estando más o menos en la media de antigüedad y carrera profesional yo solo hacía la ampliación laboral básica (el primer nivel de los tres que había de horas extra). Y Barajas es una torre de categoría inferior a los centros de control, que es donde hay más personal destinado.

Estos abultados salarios se han conseguido mediante la elevación de la demanda de controladores y la restricción de su oferta, fenómenos que no han sido ajenos a la presión sindical y a su capacidad de hacer daño al dejar de prestar un servicio esencial difícilmente sustituible (la unión hace la fuerza, especialmente en un monopolio público como éste). Los propios controladores decidían de forma casi unilateral cuántos eran necesarios durante cada turno en cada dependencia (las configuraciones de referencia, con cantidades a mi juicio infladas y exageradas porque prácticamente siempre solía sobrar personal, a menudo se abrían sectores no estrictamente necesarios y las horas efectivamente trabajadas estaban lejos del límite reglamentario). Dada la limitación de horas a trabajar por convenio (1.200 anuales) se programaban grandes cantidades de horas extra.

Algunos controladores se han presentado ante la opinión pública como responsables trabajadores que sacrificaban su tiempo libre, su familia y su salud (el famoso presunto estrés laboral) para hacer las horas extra y salvar la navegación aérea, al turismo y al país: la verdad es que se aprovechaba cualquier oportunidad para generar esos servicios adicionales y se hacía cola para hacerlos y cobrarlos suculentamente. Simultáneamente el sindicato reclamaba con gran cinismo ante la opinión pública más controladores, justo lo contrario de lo que realmente quería (cualquier economista puede explicar cómo a los gremios les interesa restringir la competencia para elevar sus ingresos y mejorar sus condiciones).

Quizás por la bonanza económica o para evitar problemas políticos los ministros y los directivos anteriores de Aena cedieron ante la presión sindical, básicamente las amenazas de dejar de hacer esas infladas horas extra y quizás también retirar a los profesores de la escuela y parar en seco los procesos de formación. Otras medidas eran y son las típicas de las huelgas de celo: utilizar el reglamento y los procedimientos (estos últimos de nuevo decididos y aplicados según el criterio de los propios controladores) como excusas para ralentizar el tráfico (los controladores aéreos insisten mucho en la seguridad, la cual invocan constantemente y aprovechan para meter miedo al personal, pero de lo que no pueden presumir en general es de eficiencia).

Durante mucho tiempo advertí a mis compañeros de que se estaban pasando y que estaban generando un sistema insostenible, pero obviamente no me hicieron ningún caso y continuaron los excesos y abusos. Y entonces llegó la crisis económica, la reducción del tráfico aéreo y el cambio de ministro de Fomento y de equipo directivo en Aena. Y más recientemente las nuevas leyes sobre provisión de los servicios de navegación aérea. Lejos de practicar una sana autocrítica, el nuevo equipo directivo de USCA (Unión Sindical de Controladores Aéreos) ha decidido huir hacia delante, se han autoproclamado víctimas esclavizadas y han promovido la convocatoria de una huelga. Estoy totalmente en desacuerdo, y además me siento profundamente avergonzado e indignado por lo que he visto y oído en los últimos meses en la torre y en la sala de control. Por eso me he dado de baja del sindicato USCA y estoy considerando mi futuro profesional. En próximos artículos espero ir dando más detalles, aclarando ideas y desmontando diversas falacias difundidas interesadamente por algunos controladores aéreos.

Francisco Capella es director del área de Ciencia y Ética del Instituto Juan de Mariana, creador del proyecto Inteligencia y Libertad

publicado en libertaddigital.com el 3 de agosto de 2010

jueves, 2 de diciembre de 2010

EL EURO Y EL CUARTO REICH

El que no vea que Alemania ha declarado la guerra económica al resto de Europa está ciego. Alemania, con la inestimable ayuda de ZP en España y otros tontos útiles en los gobiernos de otros países, ha realizado el siguiente ITINERARIO DE GUERRA PARA CREAR EL CUARTO REICH:

1.- Reunificar las dos Alemanias aprovechando la debilidad del régimen ruso. Si el comunismo corrupto no hubiese llevado a Rusia a la ruina más absoluta, otro gallo hubiera cantado, seguiría habiendo dos Alemanias.

2.- Financiar gratis la reunificación con diversas herramientas como los fondos de cohesión, con emisiones de deuda que superaban por mucho los límites de convergencia, y con un déficit público que también superó con mucho los límites de convergencia fijados por la Unión Europea. No hubo sacrificio por parte de los alemanes en ningún momento.

3.- Gobernar la política de tipos del BCE para mantener tipos bajos sólo durante el tiempo en el que Alemania necesitó cantidades ingentes de financiación para su hacienda y para su sistema bancario.

4.- Asociarse con China para inundar el mercado europeo con productos baratos, de baja calidad, contaminantes, y producidos por mano de obra en régimen de esclavitud, con la contrapartida de que China compraría única y exclusivamente tecnología alemana y respetaría única y exclusivamente las patentes alemanas.

5.- Reventar el mercado de tipos en el momento más oportuno para los intereses alemanes y en el más inoportuno para los intereses del resto de Europa. Aquí los franceses han hecho exactamente igual que en la segunda guerra mundial, dejarse invadir pacíficamente para que los alemanes no destrozaran la “grandeur de la France”. Es decir, los franceses han sido, una vez más, colaboracionistas.

6.- Dar la puntilla a las economías europeas más débiles, comenzando por Grecia y continuando por Irlanda, con la pasividad del resto de países europeos, que tenían que haber puesto pie en pared cuando Alemania pretendió obligar a estos países a cumplir los mismos criterios de convergencia que Alemania se había pasado por la entrepierna cuatro o cinco años atrás.

7.- Utilizar durante todo este tiempo la ingente financiación (creación de dinero) decidida por el BCE a instancias de Alemania para refinanciar su banca y afianzarla haciendo que ganase dinero en cantidades escandalosas tomando dinero del BCE al 1% y prestándolo al 4% gracias a calificaciones crediticias forzadas por la influencia de Alemania en el BCE y agencias de rating.

8.- Preparar el escenario para realizar una quita soberana de deuda que hará época y se convertirá en la mayor suspensión de pagos de la historia de occidente. Las quitas que Merkel está insinuando que se realizarán a los pagos de deuda de los PIIGS serán un chiste cuando la magnitud del despropósito alemán quede al descubierto.

Algunos se escandalizaran al leer esta última afirmación, pero resulta que como decía el viejecito, siempre que ocurre igual pasa lo mismo. En este caso lo que ocurre es que siempre que un régimen inicia una guerra de proporciones gigantescas acaba con una deuda tan descomunal que sólo puede aspirar a evaporar al final del camino, porque esas guerras, una vez iniciadas, no se ganan nunca, son siempre una huida hacia adelante que termina en una suspensión de pagos de dimensiones bíblicas. Alemania ha hecho dos en el siglo pasado y en lo que llevamos de siglo XXI va camino de la tercera.

¿Hala! y ahora los germanófilos que vuelvan a alabar las bondades de la locomotora alemana, la misma máquina que ha arruinado Europa dos veces en menos de cien años. También el duque de Windsor y otros románticos defendían la nobleza de los propósitos germanos mientras gaseaban judíos en Auswitch. Nada nuevo bajo el sol.

¿Quiénes se salvarán del Cuarto Reich? Pues como es evidente, los británicos, que conocen a los germanos desde los tiempos de los Orange y jamás se han fiado de sus “benévolas” intenciones. Cuando la catástrofe salga a la luz en su verdadera magnitud volverán a repetir el famoso parte de guerra de la BBC: “El continente ha quedado aislado”

Saludos

arnelas, en invertia.com